03 marzo 2008
17 febrero 2008
03 diciembre 2007
25 noviembre 2007
17 noviembre 2007
Germinación de aspirina
05 noviembre 2007
09 septiembre 2007
Temporada de balcones marca ACME

Estaban en otro de esos lugares por los que pasa Padre, llenos de cachivaches y porquerías (como los llama Madre) en los que hay tuercas, vidrios, muchas cajas, valijas y siempre madera. En la casa de Padres, todo lo que Madre no quiere, va a parar a la baulera que es como el túnel del tiempo, o un agujero negro y es, siempre, motivo de discordia. Siempre peleamos a Madre porque nunca encontramos nada. Padre y yo somos los que más peleamos por la baulera y todo lo que eso implica. Padre quiso ordenarla, le puso luz y estantes. Pero fue en vano. Madre gana todas las batallas. Igual, ahora pasa el tiempo y reímos, y queremos tanto a Madre. Las sillas del balcón son tres, dos negras y la celestita o verde de la foto. No abren bien, pero son confortables para los fernets de verano y los cigarrillos de balcón. Cuando Padre y Madre nos las ofrecieron las describieron como "unas sillas antiguas, de metal, bárbaras". El encuentro fue, claro, bastante decepcionante. Ninguna de las dos supo qué era lo que tenían de *antiguas*; pero el amor fue como un flechazo y la relación es ya, incondicional.
Bienvenue pettite


Juli los tenía en su casa de Paraguay. Me dijo varias veces que fuera al lugar donde los compró, que estaba bueno y era barato. Pero la lentitud y dejadez casi siempre me pueden. Por eso, aunque hace ya casi un año y medio que sé que la casa no tiene placares, sigo guardando las cosas en el placard de mi hermana, me lamento porque mi cuarto es el más aóndico de todos, hay apuntes y cajas tirados por ahí, y el equipo de música no anda.
El naranja se estira y se hace divancito individual y hay dos más, uno rojo y uno marrón (¿o bordó? ¿seré daltónica?). Cuando somos muchos para cenar, hacemos cena japonesa y vamos a la mesa ratona, que es más cómoda. Es una de esas mesas como de campo, con un cajón dividido en compartimentos y un vidrio encima que deja ver qué hay dentro del cajón y de cada uno de los compartimentos. Los que ahora tienen 40, la decoran con flores secas y semillas. Yo le puse unas fotos, una cerámica que nos robamos con Flor de Casapueblo, unas postales, unos dibujos de mi hermana y unos ojitos de colores, que ella también pintó en unas semillas o carozos. (Por dios. Creía que la mesa tenía onda con lo que yo le había puesto. Pero no: yo también le puse semillas.) La cosa es que mi hermana odia la mesa, yo no tanto, pero ahí está, y cuando somos muchos a cenar la usamos para comer porque en la otra entramos mejor, pero todavía no hay tantas sillas. Y los pufs vienen de pelos.
06 septiembre 2007
Nos asentamos bien



Los cubos dialécticos los hizo mi hermana para un proyecto de escultura o algo así. En general en la familia ocurre así. Mi hermana hace, a mí me toca la parte de nombrar. Los cubos son tres y -hablando mal y pronto- representan, son, quieren ser el caos, el orden y su síntesis: la armonía. Dicen que en China se usaban para alinear los chacras: uno debía sentarse, para sentirse equilibrado, en aquel cubo que compensara su estado de ánimo. El diagnóstico es personal y se permite –casi se aconseja- la automedicación:
- Locura y frenesí: 20 minutos en el cubo de puntos rígidos y líneas que se cierran en ángulos de noventa grados. No más de media hora, el exceso de estructuras puede conducir al precipicio.
- Cerrazón y rigidez: un ratito en el cubo del desorden, puntos redondeados y alternantes, disonantes, vagos, viajeros que se alinean en líneas que se empujan en desorden. No abuse, cualquier extremo es perjudicial. Nada en exceso, decía una de las paredes del oráculo de Delfos.
- Equilibrio zen, equilibrio occidental; equilibrio: los extremos se juntan, y el centro es el equilibrio. Si es que desea, puede sentarse en el cubo de la armonía. Pero como está usted en equilibrio, seguramente querrá ir a flotar por los arco iris y nadar en aguas claras y lisérgicas.
05 septiembre 2007

Ahora está en una esquina de la cocina, al lado de la ventana que no cierra bien y deja pasar un chiflete. La gata se sube y mira fijo por la ventana: afuera, a veces se paran palomas. Cuando alguien cocina, el que no cocina (casi siempre yo) se sienta en la banqueta y charla o fuma.

El almohadón lo tejió mi hermana a crochet. Creo que alguna vez, cada uno de los círculos de color correspondía a una semana, o un mes, un momento o una etapa con algún amor del pasado. Como lo que puede verse cuando talan un árbol. El paso del tiempo medido en círculos concéntricos, el tiempo círcular, los ciclos. Cada línea que se puede ver en la corteza talada equivale a un año de vida del árbol, como cada cuadrado en el caparazón de una tortuga. El círculo es la figura perfecta, que no tiene principio pero tampoco final. ¿Quién sabe dónde empieza un círculo? Mm. Está bien. Los más preciositas dirán que los tejidos al crochet no son círculos sino espirales: la forma imperfecta –y entonces, humana- de imitar la realidad.
Silla + almohadón al crochet son, ahora, el asiento de la computadora a veces, la silla de comer otras. Pero siempre andan juntos y dando vueltas por el living.
Juan, el carpintero que se llama igual que el acupunturista que se llama igual que Padre, tiene que venir a arreglarla porque –como la foto deja ver- el respaldo se cae.