28 febrero 2007

22 febrero 2007

No hace falta ser glamoroso para ser amoroso


Cuando la casa no estaba terminada, muchas mañanas las pasaba en el balcón mientras el gasista, y después el plomero y después el albañil, y después el carpintero rompían todo (todo), y muchos meses después, volvían a recomponerlo. Todo empezó en febrero y terminó como por julio. Muchos de las mañanas las pasaba en el balcón, porque todavía no hacía frío. Cuando empezó el invierno, en el bar de abajo y con la proximidad de los parciales, iba a las siete de la mañana, con el piyama abajo de la campera y volvía a la casa-de-antes. Las mañanas a muchos no nos gustan. Menos cuando para lo que hay que levantarse es para estudiar. Menos cuando dormimos en otras casas y hay que levantarse más temprano para ir a abrirle a alguien.

Pero por fin todo terminó y ahora que la casa está terminada y funcionando, tomamos mate en el balcón, pero también en el living, y en el cuarto, y en la cocina y si queremos, por qué no en el baño y en el lavadero.

Los ladrillos-asientos del balcón yo quería pintarlos de fucsia. (Sí, fucsia, ¿qué?.) Pero terminé negociando pintar las sillas del color que yo quisiera y dejar los ladrillos como dios los había traído a nuestras manos.

Y dedicamos (y agradecemos) a Padre por todo lo que ha hecho (y lo bien que lo ha hecho). Padres hay muchos, pero como el mío, uno solo. *

* Ahí pasó Sigmund saludando por la ventana.

17 febrero 2007

Sí, sí, La Peca


¿El peka? ¿La meka? no: LA PECA

La primaria, hermosa época de las mejores amigas. La Mejor Amiga de mi hermana de entonces es tucumana. Es una morocha adorable, de flequillo y cachetes también adorables. Un invierno, mi hermana fue con Mejor Amiga a visitar a la familia en Tucumán. Sé que estuvieron en Tafí, en San Miguel, por los campos de la familia, andando a caballo y algún otro lado que ya no me acuerdo. Cuando volvió, contó que el diminutivo que usaban en Tucumán se formaba con el sufijo –eco/a. Mameca, papeco eran diminutivos de mamá y papá. Entonces, mi hermana vuelve de Tucumán y Padre y Madre se convierten automáticamente en Mameca y Papeco. Mediaba el ´99. Haciendo un estudio filológico, la derivación de Madre (que hay una sola), podría improvisarse como sigue:

mamá [+ Tucumán] > mameca > [+ traducción al inglés analfabeto] > mameicor > meicor/meicar > meca >[+ transcripción a lenguaje de sms] mk

Entonces, ahora, los más allegados a la familia saben que Madre es Meka, que Padre es Peka y ambos son Pekas o Peikors. Los hay quienes, incluso, han extendido los términos a sus propios padres, haciendo de peikors un hermoso genérico. Ahora, como sabemos, la lengua es inestable, y en un corte sincrónico alternan y conviven términos de viejas y nuevas épocas. Y últimamente, por la cercanía que en el teclado de la pc tienen la "k" y la "l", el uso del término "pekas" alterna con "pelas". Nadie sabe cuánto durarán. Los hablantes somos impredecibles.

(Igual, la Peca tiene algunas historias. Es un lugar importante, porque queda en una de esas encrucijadas de cinco esquinas por Palermo Bobbit y en esa pizzería se han dado lugar encuentros históricos. Por lo bobos, por lo tristes, por lo intrascendentes.)


15 febrero 2007



Tamara Andrade Espírito Santo. Detalle

Un regalo brillante




La costa en invierno tiene una mezcla de triste y decadente que da positivo. Menos por menos, más. La foto no, pero la anécdota es de un verano. Éramos todos jóvenes y bellos, yo había tomado la férrea determinación de ir a olvidar mi primer amor a Las Toninas. Era decadente, era idiota, era imposible; pero era mi determinación. Fuimos al departamento que la abuela de Ale había comprado para todos los nietos. Llegamos una madrugada pegajosa los tres: Ale, Vero y yo, mal dormidos y con ganas de ver el mar. Los padres nos dejaron el departamento limpio, comida en la heladera, tejo, sombrilla, reposeras, sillas. Todo lo necesario para una semana como-en-familia en la costa argentina. Febrero nos prometía una playa más vacía, no hacer cola para el pool y una tranquilidad que a mí, en ese momento, me parecía sin precedentes.

Con el transcurrir de los días, empezamos a sentir cada vez más un olor horrible, a podrido, a descomposición, a secreción orgánica que provenía de algún lugar indeterminado de la cocina. Vero y yo limpiamos todo con lavandina, compramos trapos nuevos, olimos desesperadamente cada rincón de la heladera, cada tupper. Sacamos la basura, limpiamos el tacho. Nada. El olor, militante, resistía.

La cocina y el living estaban en el mismo ambiente. Además había un baño y la habitación con la cama matrimonial. Desde el sillón del living se veía el horno. Una tarde, esperando que el sol bajara un poco después de almorzar, Ale estaba reposando tirado en el sillón.

- Che. ¿Mis viejos no nos dejaron un poco de asado antes de irse?

Lo que siguió fue rápido. Rapidísimo. Ale abrió el horno, el asado no era asado, miles de gusanos blancos se retorcían, babosos, babientos. Casi se los podía escuchar moviéndose, gritando por haber sido descubiertos, el olor fue profundo y penetrante, tal vez yo grité. Intentamos tirarlo a la basura, Vero prohibió que eso permaneciera en nuestro hogar, yo asentí. Ale se calzó las ojotas y los tres fuimos, con la asadera en una bolsa, portando el botín que nos mostraba vencedores de lo que podría haber sido una batalla, a tirar bolsa, asadera y gusanos al conteiner de la esquina. Incursionábamos en las vacaciones sin padres, jugando a ser una familia, con el tejo en la playa y los gusanos en el horno.

Creo que mucho no lo contamos al volver a Buenos Aires. Tal vez a los más cercanos, a los que sabrían perdonarnos y seguir queriéndonos después de todo.

La foto es de Ostende. Las Toninas no tiene carpas en la playa. Pero tiene otras cosas como una peatonal de dos cuadras con lucecitas de Navidad; un tipo que canta covers de Sergio Denis desde su balcón (que da a la principal) y que vende sus cds desde el living en planta baja. Tiene panaderías que venden pendorchos además de churros, tiene macumbas a la noche entre la arena. Y tiene recuerdos de un año nuevo en la playa, donde también éramos jóvenes y muchos más que tres. Pero esa es otra historia.



Ostende febrero 2007
aquí pareciera no haber nada